martes, 13 de noviembre de 2012

Cada día cruzo el parque. Y cada día paso frente al mismo hombrecillo.
Sentado en un banco verde, mirando la nada y sonriente.
Y pienso ¿por qué coño sonreirá? Hace frío, llueve, se tapa con 4 cartones, vive de limosnas, está viejo, sucio y por su aspecto, no muy sano.... ¡no lo entiendo!
Día tras día paso, lo miro, me mira, sonríe y yo me hago la misma pregunta.
Hasta hoy.
Esta mañana me he acercado a Él y le he mirado a los ojos, de  frente. Quería hacerle un millón de preguntas, estaba más que dispuesto a reprocharle aquella sonrisa.
Pero entonces ha levantado la vista y me ha mirado.
Y me ha sonreído.
Y mis palabras han dado media vuelta y se han escondido avergonzadas de su descaro.
En silencio me he sentado a su lado y he encendido un pitillo ofreciéndole otro al hombrecillo, que ha aceptado de buen grado.
Una calada, otra y a la tercera, una leve sonrisa ha aparecido en mis labios.
Otra calada y esta vez, la sonrisa llega amplia, abierta, confiada.
Otra más y estallo en carcajadas.
El hombrecillo me mira y por primera vez su gesto es serio.
Entonces se levanta y furioso me espeta:
- ¿Y tú de qué coño te ríes? Trabajas 12 horas al día por una miseria que no te da ni pa pipas. Vives inmerso en una sociedad que ni siquiera sabe que existes. Tu casa y tu nómina son propiedad del banco. Tu novia te ha dejado y se ha llevado el perro...
 En serio ¿de qué coño te ríes?
Me atraganto con la risa y me dan arcadas.
Tiene razón ¡joder que si la tiene! 
¡Puto viejo!
Se sabe mi vida mejor que yo.
Me quedo petrificado, mudo, acojonado.
Y entonces el hombrecillo toca mi hombro.
No sé si mirarle o echar a correr. Opto por mirarle.
Nos quedamos frente a frente con la vista cada uno clavada en el otro.
Y entonces sucede.
Las carcajadas comienzan a fluir solas, sin control, sin sentido... pero sientan tan bien...
- ¡Puta vida chico! dice el hombrecillo.
- ¡Reputa, puta y putón! contesto yo.