miércoles, 21 de julio de 2010

LA CRUDA REALIDAD.

ME HE PERMITIDO RESCATAR ESTA ENTRADA QUE ESPERO OS GUSTE.

ESCRIBIRÉ ALGO NUEVO EN CUANTO ME PONGA DE NUEVO AL DÍA.


Llovía y hacía frío.
La humedad calaba sus huesos y su desgastado cuerpo temblaba bajo la raída chaqueta.

Caminaba sin rumbo fijo. A fin de cuentas, nadie le esperaba en ningún sitio.
Y ningún sitio esperaba su llegada.

Llevaba la mirada pegada al suelo, en busca de una colilla que echarse a los pulmones.
De vez en cuando rebuscaba entre la basura, anhelando siquiera un trozo de pan duro que engañase a su apaleado estomago.

¿Cuanto hacia que no comía caliente? No lograba recordarlo.

A su espalda, una ajada motxila guardaba sus escasas pertenencias: una camisa apolillada, un viejo gorro de lana, la foto de una mujer que no recordaba conocer pero, ¡Dios! que hermosa era..
Y poca cosa más.

De vez en cuando levantaba la mirada del suelo en busca de un sitio donde resguardarse y pasar la noche, pero la cosa estaba difícil.

En otros tiempos, los cajeros eran su cuna. Pero desde lo del pobre Huesos tenía miedo. A Huesos le habian apaleado mientras dormía en uno de ellos.
-Panda de bestias sin corazón- pensó malhumorado.

En ocasiones intentaba ser amable con ellos.
Ayudaba a las viejitas con las bolsas del super, cuidaba los coches de quien no encontraba aparcamiento... Y a cambio no recibía más que unas tristes monedas que apenas le llegaban para un bollo de pan tierno. ¡¡Malditos!!- mascullo.

La gente le rehuía, le miraba con desprecio, e incluso en ocasiones creyó atisbar miradas asqueadas.

¿Acaso tenía él la culpa de no tener nada?
¿Era quizá el culpable de tener por casa las calles?
¿Tal vez le culpaban por no trabajar?
¿Sería acaso posible que su pobreza provocase repugnancia?

No, el mundo no podía ser tan cruel.
Estaba seguro de que si lo pedía, la gente le ofrecería ayuda, le daría de comer o le cobijaría.

No podía permitirse el lujo de creer que el mundo le había olvidado.
No quería pensar que era un apestado.

Y decidió entonces probar suerte.

Pidió limosna al primer paseante con el que se cruzó, pero este le apartó de un manotazo.
- Bueno- pensó: -simplemente me ha tocado el más gilipollas.-

Volvió a pedirla a una mujer que pasó por su lado.
Pero esta salió corriendo aterrada.
- Joder- pensó- En verdad debería asearme un poco, debo parecer el mismísimo diablo.-

Un grupo de chavales se le acercaron y se dispuso a pedirles un pitillo, pero estos, le zarandearon y se burlaron de el.
-Juventud- pensó entonces- Sólo estaban bromeando.-

Seguía resistiéndose a creer que el mundo fuera en relidad tan cruel.

De repente sintió un profundo dolor en el brazo seguido de una cortante punzada en el corazón.
-¡Dios mio! -pensó -Un ataque.
 Pero tranquilo, por aquí pasa mucha gente, me verán aquí tendido en el suelo, y me ayudarán. Llamarán a una ambulancia, y esta pesadilla habrá teminado.

Pero la gente pasaba de largo, ni siquiera le miraban.

No podía creerlo, era cierto: el ser humano era cruel, malvado y despiadado.
Sentía ganas de vomitar.

¿Cómo habia estado tan ciego? ¿Cómo había podido creer en ellos?
Cerró los ojos, ya no quería ver mas.

Deseaba irse. Y se fue.

Al cabo de un rato llegó la ambulancia y se lo llevaron.
-Ahora- pensó -
Ahora que ya marché es cuando me véis.
Ahora que yazco en el suelo mojado es cuando me levantáis.

Ahora que ya no importa... Ahora ....

¡¡Cabrones!!


Silvia 09.