jueves, 11 de noviembre de 2010



Hoy es un día gris.
Gris tirando a negro.
El cielo no deja de arrojar agua y el frío ha calado en mis huesos.
¡Odio el frío!
Mis pies helados comparten el hielo con mi mente.
Mis manos agarrotadas aprietan sus palmas haciéndome daño.
Mi cabeza persiste y piensa, piensa, piensa…
¡Dios! Me gustaría perder el conocimiento por unos instantes.
Los dientes apretados… me duele la mandíbula.
Ojos secos cuajados de rabia; secos por haber cubierto el cupo de la materia líquida.
Demoledor silencio…
Pesada  incertidumbre.
Mi boca esboza una sonrisa que queda en absurda mueca.
Un payaso triste, eso es lo que queda…
Todo recto y de frente; que frase tan sencilla.
Pero tan solo es eso: una de tantas frases. Palabras que unidas quedan bonitas.
A veces de frente sólo hay un muro. Gris, tan gris como este día.
¿Por qué te aceleras corazón mío?
¿Acaso tienes prisa?
Lates tan duro que me dueles.
Aprietas tanto que queman las sienes.
El humo de un cigarro invade mis pulmones que se quejan.
Pero vuelve a invadirlos sin tregua. No puedo evitarlo…no quiero.
Nido de avispas en la boca del estómago que zumban y zumban… y me revuelven las tripas.
De tripas corazón…
Otra “gran” frase.
Intento deshacer el nudo de mi garganta, pero está demasiado enredado y me quedo en el intento.
Cierro los ojos con la esperanza de abrirlos y ver el sol.
Esperanza…
¿Dónde te quedaste amiga mía que te perdí de vista?
A regañadientes los abro de nuevo, y de nuevo te aceleras corazón.
Y me precipito contigo en aceleración constante e irremediable.
Fuerza, necesito fuerza. Quiero comprar un poquito.
Pero la vida está muy cara y mis recursos son escasos.
Valor y voluntad…artículo de lujo.
Quiero empaparme de risas, pero el cielo sólo arroja agua y más agua.
Y mi paraguas ya es viejo y tiene agujeros.
Apelo a mi vista pidiendo colores. ¡Devuélvemelos!
Mi reflejo en el espejo me dice que estoy cansada y le doy las gracias.
Yo no lo había advertido.
Miro al cielo y ahí sigue:El día gris; gris tirando a negro.

Y el negro no me gusta, me da miedo.
¿Dónde guardé las pinturas?
Tal vez si pinto mi cielo...
Sal Sol de donde te encuentres.
 ¡Malditas las nubes que obstruyen tu camino!
Ven y deja que me abrace a ti .
¡Vísteme!
No me preguntes por que lloro, sólo,
¡escúchame!
No me digas que todo irá bien, tan sólo,
¡cobíjame!
Silencio...y sigue lloviendo.


Quizá si arreglo el paraguas me moje menos.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

TRAUMAS INFANTILES.


¿Quién no ha tenido alguno?
Yo recuerdo especialmente uno, que se me quedó clavaíto, clavaíto...
Cuando era niña, mi madre gustaba de adornar mi cabecita con dos colas de caballo. Bien altas, bien tirantes. Con una estupendísima raya al medio que parecía la autopista Madrid-Barcelona.
 ¿Quién de vosotras no ha pasado por las traumáticas dos coletas de los coj….?
Y lo digo así, sin rencor, sin resentimiento.
Que mi madre amantísima me las ponía tan tirantes que iba por la vida con eterna sonrisa.
Y esto, sumado a las enormes gafas de pasta marrón cuadradas, y aderezado algo más tarde con mi super-brillante aparato dental...
Que la gente me apartaba diciendo:
-"¡Quita biiiiichoooo!"
Pero la cosa no acababa ahí, ¡que va!
Antes de salir de casa, mi madre, ese ser todopoderoso y a veces omnipotente, soltaba el discurso lapidario:
-“Y como vuelvas sin ellas te cruzo la cara". Para acto seguido añadir:
-" Anda, dame un besito corazón de mami. Y piensa un poquito en mí en el cole,¿eh?”
¿Un besito? ¿Corazón de mami?
Pero si hace medio minuto me estabas amenazando prácticamente de muerte, ¡coño! Eso sí, acordarme de tí, seguro.
Porque además en cada coleta, ella muy a la moda, me planta 2 lazos rojo chillón pa´ que se vean bien.
Pa’ que se vean bien los lazos, claro. Porque yo, entre que llevaba los ojos como un chino estreñido por aquello de las coletas apretadas, y los lazos que parecían aviones, veía menos que un ciego en noche cerrada.
Y llego al colegio, y nada más entrar el graciosillo del grupo me mete un collejón. Y veda abierta contra la friki de las coletas.
Hasta que llega la hora de volver a casa.
Y vuelvo, y cuando llego me recibe mi puñetera madre bocata de “chopequeesmusano” en mano y me suelta: -“Hola cariño, que tal hoy en el cole?”
¿En el cole? En la guerra por tu culpa que me he pasado el día entero aguantando con las coletitas de marras como una jabata para que no me aostiaras al llegar a casa. Que esto tiene que ser cuando menos denunciable, ¡coño! Que una niña con coletas y la nuca despejada en el patio de un colegio, es incitación a la violencia por lo menos ¡hombre...!
Pero cuando eres niño...
Cuando eres niño la cosa cambia un poquillo.
Ya no te hacen coletas.
Y no por falta de ganas, que si por tu madre fuera te ponía un lacito en la punta del... en fín, que más te vale dejarte el pelo largo.
Cuando eres chico sufres el síndrome maternal denominado: “A lucir al niño que yo lo he parío.”
Esto es: pleno mes de diciembre y tu adorable madre, te me planta: pantaloncito corto por encima (muy por encima) de las rodillas, calcetines por debajo ( muy por debajo ) de las mismas. No importa el color, pero es requisito indispensable, que tengan dos bolitas colgando a modo de pompones.
Y como colofón final, una camisa bien almidonada. Sobre todo el cuello.
Que para mirar atrás, o das la vuelta entera o te siegas la yugular.
Y chaquetita a juego, eso sí, torerita y con pompones incluidos a juego con los calcetinitos.
Que mono, ¿verdad? Pues para el tiempo la ropita, joder. Que con esa mierdapantalón ¡se te quedan los huevillos traumatizados de por vida!
Que aún no son carnavales y ya te ha disfrazado de tirolés.
Eso sí, tu madre va a tu lado muy digna ella, con:
-la faja de dar calor a los riñones, que los tengo muy malos. Un par de medias más gordas que ella bajo los pantalones de franela, un jersey de cuello vuelto, y un chaquetón de piel forrado, que es para perderse dentro.
Entonces mirándola,piensas:
-" En unos añitos al asilo. Y a uno sin calefacción para que te enteres".
Eso sí, si en carnavales quieres disfrazarte de Spiderman, debajo del super-mega-hiper-ajustado trajecito del superhéroe, tu madre va y te planta:
-los leotardos de cuando franco era cadete para ejercer opresión, pantalones de esos de "no los tiro que aún sirven" ( sí, para tocar los bemoles ), y un jersey que parece la oveja entera.
Y no protestes ¡Dios te libre!
Porque encima te llevas un ostión de esos que alguna vez pegan todas las madres del mundo mundial, que te dejan el anillo de tatuaje en mitad de la cara.
Que yo he pensado siempre:
-" ¡Coño! ¿Qué le costará quitárselo antes de proceder al ostión fatal?" Pues nada.
Pero lo peor llega con la adolescencia:
¡¡¡Quiere ser tu amiga!!! ¡¡¡Y amiga de tus amigas!!!!!!!!!
Pero vamos a ver, alma de cántaro, que eres madre.
MI MADRE.
En estos casos se pasa el día entero pendiente de tí. O  sea, que está todo el día tocando las narices.
 Para que nos entendamos: 24 horas pegadita a tu culo.
Se hace amiga de tus amigas, les enseña tus fotos más íntimas (esa que guardan todas las madres de cuando eras bebé con el culo al aire), intercepta tus conversaciones telefónicas, y a la mínima, te pone en evidencia delante del chico que en aquel momento te hace tilín.
Tu tendencia en primer lugar es matarla, pero luego piensas:
-"¡Jopé! ¿lo hará de verdad porque me quiere mucho?
Y el que diga que algo de todo esto no le ha pasado, es que no ha tenido una madre como mandan los cánones.
¡¡¡Dios!!!
¿Es que nadie le ha dicho nunca a una madre:
-Mamá, quiero cortarme el pelo, odio los boliches de mis calcetines, mis amigas son propiedad privada, necesito más paga...? No sé , lo normal ¿o no?
Yo lo hice amigos, se lo dije a la mía.
Entonces Ella entornó los ojos como Clint Eastwood a punto de disparar, dibujó media sonrisa como Bruce Willys en Jungla de cristal, levantó un dedo amenazante cual fusil de asalto y señalándome, me soltó la frase más lapidaria y la más firme sentencia que una madre pueda soltar:
CARIÑO, CUANDO SEAS MADRE, COMERÁS HUEVOS.